
Sin mermar su escandaloso griterío, Lady Ann clama venganza por la muerte de su suegro y la de su esposo
Catato (Ricardo de Gloster) es el asesino, pero ella no puede resistirse a su palabras galantes, por lo que el Director y Asistente deben interrumpir la escena repetidamente para indicarle que ella está enojada. Juanita no puede resistirse, ya que Catato "le dice cosas lindas"
Presa de un calor que no logra comprender, Juanita reposa sobre la misma valija (custodiada por los monjes) donde llevara los restos de su suegro. Catato, con las palabras de Shakespeare, la enamora cada vez más
La seducción avanza. Los monjes dejan de lado su tarea de custodia y siguen atentos la escena
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